domingo, 21 de diciembre de 2008

Nacido en Vinland

NACIDO EN VINLAND

La historia de los viajes vikingos a lo que ellos llamaron Vinland y nosotros Norteamérica, allá por el año 1000, narrada por Snorri, nieto de Erik el Rojo, el único niño nórdico nacido en aquellas tierras.


primer capítulo

Islandia es una gran isla de volcanes y glaciares, de aguas termales que surgen del interior de la tierra y aguas gélidas que se precipitan por las cataratas camino del mar, de veranos con luminosas noches e inviernos de tenebrosos días. Dicen que es como si Dios, al crearla, hubiese querido unir los extremos más opuestos.

Y aquí es donde vivo. Me llamo Snorri y soy hijo de Karlsefni y de Gudrid, aunque mucha gente me conoce más por ser sobrino de Leif el Afortunado. Y la verdad es que si no hubiera sido porque mi tío llegó a Vinland y años más tarde mis padres siguieron la misma senda a través del mar, seguramente mi existencia hubiera pasado desapercibida entre los muchos niños que pueblan Islandia.

Y es que soy el único niño que nació en aquella Vinland, lo que me da una peculiaridad contra la que ningún otro puede competir. Otros chicos tal vez puedan remar una barca a mayor velocidad o lanzar piedras con puntería más certera o memorizar poesías más largas que yo, pero ninguno de ellos puede decir que es Vínlandsbarnid, el niño nacido en Vinland.

A mí, mejor que a nadie, me corresponde contar la historia de aquellos viajes que emprendieron hombres y mujeres intrépidos, enfrentándose a lo desconocido y afrontando los peligros que surgían a su paso. Y creo que es justo que empiece ocupándome del padre de Leif, Erik el Rojo, uno de los hombres más recordados de los tiempos vikingos. Yo no llegué a conocerlo, pero he oído tanto acerca de él y me lo he imaginado tantas veces, que puedo considerarlo como alguien muy cercano a mí.

Mi abuelo Erik Thorvaldsson, al que llamaban el Rojo por el intenso color de su pelo y su barba, nació en una región llamada Jadar, al sudoeste de Noruega, lejana tierra allá al otro lado del océano, de donde partieron tantos nórdicos para poblar las islas atlánticas. Primero lo hicieron a las más cercanas, como las Feroe, las Shetland o las Orcadas, para llegar más tarde a Islandia, una gran isla deshabitada que prometía una vida próspera y libre donde comenzar una nueva vida, a pesar del nombre tan poco alentador, Tierra del Hielo.

Resulta muy curioso que Islandia y Groenlandia sean los únicos países conocidos de nuestro tiempo sin un monarca que los gobierne. Eso se comprende fácilmente cuando se sabe que la mayoría de quienes hasta aquí llegaron huían del terror impuesto por algunos reyes noruegos, sobre todo aquel Harald al que llamaban el de Hermosos Cabellos. Pero la ausencia de un soberano con una corona sobre la cabeza, que, según me ha dicho mi padre, que ha viajado mucho, resulta tan inaudita en tantos lugares, no quiere decir que estas sean tierras ajenas a las leyes donde cada cual pueda hacer lo que se le antoje sin rendir cuentas a nadie. Nada de eso. Los noruegos trajeron consigo el código de leyes que siempre habían usado en su tierra y crearon una asamblea, el Althing, donde todos los hombres libres se reúnen una vez al año para tratar de leyes y juzgar a la gente que ha sido acusada de cometer algún crimen. También es el lugar donde se proclamó el nacimiento de Islandia como nación, por lo que para todos los que aquí vivimos es un símbolo muy especial.

Al igual que en Noruega o en otros países nórdicos, hay otras asambleas regionales, pero el Althing es, con mucho, la más importante de todas. Yo voy con mi familia todos los años, aunque, en lo que a mi respecta, lo más importante son las fiestas que allí se organizan al margen de los juicios o las opiniones de los que quieren hablar delante de todos: titiriteros, comediantes, recitadores de versos, artesanos.

Y amigos, mucho amigos que vuelvo a encontrar tras un año de ausencia y que quieren que una vez más les cuente la historia de los viajes a Vinland.

Manuel Velasco
edición agotada - disponible una nueva edición