La sangre de las valkirias
(Planeta DeAgostini)
Guión: Victor Santos
Dibujo: Pere Pérez
Reseña de Herme Cerezo en el diario digital Siglo XXI
‘La sangre de las valkirias’ narra la historia de un pueblo vikingo, ya saben, mis improbables, esos tipos rudos, fuertes, rubios, con melenas y barbas – antes, además, los dibujaban rematados con cascos cornupetas – y de sus incursiones a las costas vecinas. Resultado de una de ellas, llevada a cabo por el caudillo Harek contra el fiordo de Regner, otro caudillo, es una matanza sin cuento, la de un pueblo que ha abrazado el cristianismo – ésta es la referencia religiosa de la que les hablaba antes – y el rapto de la hija del jefe de dicha tribu, Dalla.
Harek, a pesar de la diferencia de edad, decidirá hacer suya a la núbil Dalla. A partir de la consumación, la joven tramará su venganza con mil y un artes sutiles, plegarias incluidas. Aquí en esa venganza, bien estructurada por el guionista y notablemente traducida a imágenes por el dibujante, radica el valor de este cómic. Cuarenta y ocho páginas son un formato más bien pequeño. Sin embargo, a veces, cuando el espacio está bien planteado y aprovechado da para mucho. Como aquí ocurre.
No hay ningún formato preestablecido en lo referente al número de viñetas de cada página. El dibujante, Pere Pérez, ha utilizado las que ha estimado conveniente. Pero hay un par de rasgos de interés. El primero, es la división de una sola viñeta grande, más de media página, en tres subviñetas trazadas con franjas horizontales. El segundo, un recurso narrativo del cómic, que hace avanzar con rapidez la acción, es la utilización de viñetas verticales, de arriba abajo, paralelas, que, al segmentar las imágenes, permite dar un salto importante en el desarrollo argumental, acelerando la acción y colocándonos en una especie de necesaria transición entre la primera parte, lo que podríamos llamar exposición-nudo, y la segunda, el desenlace final.
El trabajo de Pere Pérez como dibujante se caracteriza en ‘La sangre de las valkirias’ por la utilización de un trazo múltiple, nada que ver con la línea clara, perfectamente adecuado para el tipo de personajes e imágenes con los que nos vamos a enfrentar a lo largo del álbum: vikingos rocosos, duros, feroces, ambiciosos, peleas sin cuartel, sangre, fuego ... Curiosamente, además, cuando el asunto lo requiere, como en unos primeros planos de la protagonista, el trazo se vuelve fino, delicado, propio de imágenes más suaves y también bellas.
Contribuye a rematar este dibujo el color que ha utilizado Joan Fuster: tonos tornasolados, amarillos, anaranjados, marrones o rojizos, que proporcionan en los momentos justos un tono cálido, ardiente, vehemente, a las viñetas. La noche es el dominio de los negros y los azules oscuros. Los grises y verdes van a informar al lector de las frías aguas escandinavas y de los ritos funerarios de los hombres nórdicos. En resumen, un estudio cuidado del color el puesto en práctica por Fuster. Ya lo he dicho antes: Víctor Santos se luce en un guión de corta extensión y crea de la nada una estrategia argumental atrayente e interesante, que contiene una sorpresa cuando todo parece ya concluido. Lo parece, pero no es así. Como dicen los taurinos, "hasta el rabo, todo es toro", pues eso, hasta la última viñeta, aquí nadie canta victoria. Nadie.