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En muchas áreas rurales de los países nórdicos se siguieron usando hasta el siglo XVIII, incluso escritos con runas, a pesar de que este alfabeto fuese demonizado y prohibido en la Escandinavia cristianizada.
El más conocido es el que transcribió el danés Ole Worm/Olaus Wormius en 1626, originario de Gotland y escrito tres siglos antes; le puso el nombre de Computus Runicus y le añadió anotaciones a mano en latín.